El perdón es el regalo que le das a tu alma

Perdonar nos hace fuertes. Pedir perdón nos hace inmunes. Saber que no hay nada que perdonar nos convierte en el amor. En luz.

Tres aspectos del perdón, tres estados diferentes y a la vez muy conectados del alma. Ahora, permíteme explicarme más claramente:

Cuando tienes pensamientos de resentimiento, pensamientos conflictivos respecto de algún suceso con alguien, no te das cuenta de que por más justo que sea tu sentir, ese mismo sentir te tortura cada vez que puede, lo que significa que eres tú quien sufre las consecuencias de ese resentir que, repito, por muy justo que sea, te hace pagar y te castiga sin piedad. De modo que ¿cuál es el paso necesario? El perdón.

Perdonar (cualquier acto humano que te haya herido) es un regalo hermoso, y el primer paso que puede dar un alma atormentada, porque quien descansa de su tormento es quien perdona, y eso es grandioso. Sin embargo, ese perdón en el fondo continúa significando: «Te perdono, porque yo soy mejor persona que tú, yo soy mejor que tú. Mis errores son nada en relación con los tuyos. No somos iguales. Te perdono.»

Pedir perdón (por cualquier acto humano que te haya herido), o sea decir: «lo siento, perdóname», es belleza, y también es el segundo paso que da un alma que camina más ligera por el mundo (que la primera), ya que ha aceptado que somos Uno. «Por favor perdóname porque en mi alma cargo todas las oscuridades del mundo.» Y eso es humildad.

Y saber que no hay nada que perdonar, o sea decir: «te amo, gracias», es reconocer que lo que sea que haya pasado, somos uno, y que acepto en mi alma esa unidad. Y eso es lo que haría el amor.

Cualquiera de los tres caminos te hará bien. Da el primer paso, que ahí voy yo.

Gracias por leerme, maravillosa persona.

 

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