Alguien dijo una vez que los ojos son las ventanas del alma, y seguramente lo dijo porque en algún momento se detuvo a mirar fijamente los ojos de alguien, y pudo ver o sentir a través de esa mirada la luminosa Presencia de lo divino, misma que no le es negada a ninguna criatura sobre la Tierra. Y que es algo que puede compararse con la brisa, que sin hacer diferencias traspasa todas las ventanas, portales y orificios existentes.
La brisa llega a todas aquellas casas que tienen puertas y ventanas, mueve las hojas secas del suelo, levanta polvo y le da un toque especial a todo lo creado. Bueno, tú y yo también somos esa brisa, somos el aire que entra y sale de nuestro cuerpo con el único fin de mantenernos viviendo una experiencia terrenal. No somos exactamente este cuerpo, sino la energía que a cada segundo lo llena de vida, el poder oculto detrás de un latido, la inteligencia que le da a luz.
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