Siembra tus propias flores, mujer

Todos nacemos mujeres. En nuestras primeras etapas de vida, todos los seres humanos somos mujeres. Esto ya es algo que se ha dado a conocer ampliamente, así que espero que no te tome por sorpresa. Es alrededor de la sexta semana de gestación que en el feto surge, porque simplemente surge, el cromosoma que le permitirá desarrollar características masculinas. Pero en esencia y como identidad primigenia, todos los hombres llevan en la memoria del alma una mujer. Y viceversa.

En este mundo nadie es totalmente algo. Todo es relativo. Eso es lo que nos vuelve uno.

Aquellos dolores que aparentemente forman parte de un género, también forman parte del otro. En esta vida no existe manera alguna de que hagamos daño sin que eso repercuta de alguna manera en nosotros mismos. El mal que se causa, ya tiene asegurado su pago. O dicho de otra manera, el mal que se causa, es el mismo pago. El amo en realidad es otro esclavo. La mujer que a sí misma se considera víctima de alguien, en realidad es quien hiere, es quien hace daño. La mujer que a sí misma se considera víctima, revive su historia triste una y otra vez, y con base en esa historia es como tratará a quien se le ponga en frente.

Realmente solo nos hacemos daño a nosotros mismos.

Obviamente, esta mirada profunda a nuestra humanidad no es para todo el mundo. Tú ya sabes que yo no escribo para todo el mundo, y si no lo sabías pues ya te diste cuenta. Es preciso tener cierta sensibilidad, es preciso llevar consigo un impulso, un deseo ferviente de cortar lazos con el pasado. Es preciso elevarse sobre la mirada mundana, sobre lo que perciben los ojos, sobre lo que dicen los periódicos, sobre lo que opinaban las abuelas, para poder tener la suficiente claridad. Misma que es la que nos permite concluir que nadie más que nosotras puede liberarse o continuar sintiéndose víctima de lo que sea.

Esta mirada profunda a nuestra humanidad, es la única que te mostrará la libertad.

Si yo ahora te digo que en efecto, que eres una víctima ¿Qué te dejo? Pues solo lágrimas, ¿Qué puedes hacer cuando te sientes víctima? Nada. Solo quedarte allí inmóvil esperando a que el gobierno o no se quién, haga algo. Y eso llegará en el momento perfecto. Para ello debe haber un cambio desde adentro de nosotras. Ese cambio no tiene nada que ver con ser activista, o más bien sí, con ser activista allí en nuestros adentros. Sacarnos a diario una enorme pancarta mental que diga: ME AMO PROFUNDAMENTE Y ME PERDONO COMPLETAMENTE. Porque el trabajo es adentro. Y de manera continua.

Deseo que después de leer esto, te lleves algo, lo que te corresponde, para bien. Y a favor, siempre a favor tuyo.

Si tú no siembras esas flores, nadie podrá hacerlo.

Esto no se trata de no llorar o de que no te duelan las cosas, claro que no. Si algo duele, lloramos. No obstante esto se trata de curarnos asumiendo la total responsabilidad. Asumiendo que hay algo dentro nuestro que hace que una oscuridad surja en el otro ser humano. Asumiendo que, como explico en el segundo párrafo, somos uno. Que por esto, la culpa con la que señalo a alguien me perseguirá hasta que pueda perdonarme.

Y en aquellas ocasiones en las que no sea fácil mirarnos de este modo, aparecerán, surgirán (porque simplemente surgen), palabras como estas, o como otras, que nos lleven por caminos llenos de claridad. Confía, incluso en los malos momentos, me digo a mí misma. Y soltar, siempre soltar.

A continuación un párrafo de la hermosa novela llamada Siddhartha de Hermann Hesse (Premio Nóbel de literatura en 1946):

«La noche en que durmió en la choza de paja de un barquero, a la orilla del río, Siddhartha tuvo un sueño: Govinda estaba ante él, vestido con una túnica amarilla de asceta. Govinda aparecía muy triste, y le preguntó: ¿Porqué me has abandonado?. Entonces Siddhartha abrazó a Govinda, y cuando le atrajo hacia sí y le besó, Govinda se convirtió en una mujer, cuya túnica se entreabrió mostrando un pecho henchido, sobre el que descansó Siddhartha y del que bebió leche dulce y fuerte. Aquella leche sabía a mujer y a hombre, a sol y a bosque, a bestias y a flores, a todas las frutas, a todos los placeres. Aquella bebida emborrachaba y hacía perder el conocimiento. Cuando Siddhartha despertó, brillaba el pálido río a través de la puerta de la cabaña, y en el bosque se oía profundo y armonioso el canto oscuro del búho.»

Obra de arte: Charles Criner.

Gracias por leerme.

 

*Sitio web administrado desde el 28 de octubre del 2019 por Sofía Córdova compañera de vida de Vivi Cervera

7 comentarios en “Siembra tus propias flores, mujer

  1. lilia Ana dijo:

    Hola vivi! buen Domingo con cafe para vos, mate Argentin para mi. quisiera hacerte una pregunta . SABES CUANTO Y CON QUE CALIDAD AYUDAS A LAS PERSONAS ENCONTRARSE Y SANAR ?……yo te respondo MUCH@SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS POR ESO TE AMO TANTO.GRACIAS !!!!

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