Tierra

Ayer estuve mirando las fotos de hace algunos años cuando visité la biósfera El Cielo en Gómez Farías, un pueblito en el corazón del noreste mexicano. Allí viví experiencias hermosas e intensas con un grupo que asistía a una conferencia mía, porque este lugar que te cuento es algo impresionante, cubierto de bosques repletos de pinos y de sombras que te hacen sentir en presencia de algo sagrado, de modo que es algo que no olvidas nunca.

Pero lo que quiero contarte es que ya de regreso en una carretera llena de piedras grandes, venía delante nuestro una camioneta con algunos chicos estadounidenses que habían estado de vacaciones en el lugar; y observé que se bajaban a recoger la basura que ocasionalmente encontraban a su paso, como si el bosque les perteneciera, como si la biósfera fuera tan suya como su propia patria o su propia casa, como si no hubiera separación entre una y otra, ni entre su cultura y la nuestra. Su sentido de inclusión, de pertenencia llamó mi atención.

¿Por qué ellos lo hacen y nosotros (o la mayoría de nosotros) no? Me pregunté.

Y me impresioné porque nuestra idiosincrasia como latinoamericanos es opuesta a lo que estaba mirando, porque desde niñ@s aprendemos que sólo es nuestro el pedazo de tierra que aparece en un papel con nuestra firma y porque lo que le pase al resto del planeta realmente nos tiene sin cuidado. Entonces hice dos cosas precisamente por amor al planeta: comprendí y acepté que nuestra distancia con la tierra no es culpa nuestra, sino que la heredamos, que nos tocó vivirla y comencé a aceptar que nuestros gobernantes no pueden reflejar algo distinto a lo que tú y yo somos en esencia, así que por amor a la tierra y por amor propio, exoneré, agradecí y amé lo que fuimos, lo que somos y lo que es.

Mirar con compasión nuestras características y comprender que tienen sus raíces, y que no somos culpables, es quizás una bonita manera de comprender que América Latina (entre otros países), se enfrenta a diario con que los precios de los alimentos y los servicios públicos aumentan, y con carencias de toda índole. Comprendernos profundamente hará que no culpemos a nadie, a nadie más. Que no desconozcamos nuestra importancia a nivel individual. Que todo pedazo de tierra que concebimos pueda llegar a ser nuestro hogar.

Tal vez tenga que pasar mucho tiempo para que con ese amor que comenzamos a sentir en nuestro interior se limpie el lente con el que observamos al mundo. Es para eso que estamos aquí y todos los pasos previos que damos –aunque no lo parezca- son necesarios.

Creo que amar la tierra o tener ese sentimiento de pertenencia hacia ella, no significa defender apasionadamente los delfines, las ballenas, los toros, los perros, los osos polares y los bosques, atacando a otros seres humanos. Creo que el amor por la tierra comienza cuando aceptamos que todo lo que vemos tiene sólo un punto de partida, una raíz en la mente de cada quien. Y que podemos iniciar un proceso de cambio amando nuestros tiempos, porque aunque no lo entendamos, también son los tiempos de la Inteligencia que nos puso aquí. Así.

Gracias por leerme.

 

*Sitio web administrado desde el 28 de octubre del 2019 por Sofía Córdova compañera de vida de Vivi Cervera

4 comentarios en “Tierra

  1. Milagros Figallo dijo:

    Gracias por tantas enseñanzas, Vivi. Te sigo hace mucho tiempo, aprendí mucho del Ho oponopono contigo, practico las 4 palabras que sanan en todo tiempo, las gotas de rocio, tus videos , etc. Gracias por ser y estar ahí.. te amo, gracias

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  2. Sonia... dijo:

    HOLA VIVI…HOLA SOFY..
    Cuánta razón en unos cuantos párrafos…100% de responsabilidad de lo mío que es todo lo que veo,toco,siento,percibo,digo,hago…GRACIAS…=)….Abrazos de Luz…

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