A Francia, mi madre

Diálogo entre mi madre y yo, cuando yo tenía 7 años de edad:

—Hija, deja de saltar, no es bueno que estés saltando ahí, ese muro es muy alto. Mejor dime: ¿Cuánto es 8 por 8?
—No quiero!. No tengo por qué hacerlo!
—¿Cómo dijiste?
—24!!!

(Yo saltaba sobre la parte plana de un muro alto, desde el cual una caída habría sido dolorosa. Pero más doloroso era el proceso de persuadirme para que me bajara de él, así que mi madre me miraba, me esperaba, me llamaba, me convencía de bajar, para poder enseñarme las tablas de multiplicar).

—No hija, 24 no es la respuesta! Ven, comencemos otra vez…

Ella jamás me lastimó de ninguna manera porque en el colegio nada funcionaba bien conmigo. Transcurrió el tiempo y mi madre dejó de sentirse culpable por mi rebeldía, por mi forma de ser, por mi renuencia a hacer lo que los demás consideraban bueno para mí. El alma de los niños sabe lo que quiere.

Pasaron los años y yo dejé de sentir su necesidad de que yo cambiara. Entendí que de verdad me amaba como era, que me ama como soy, y es correspondida.

En la actualidad, ella representa para mí, el milagro que me trajo hasta aquí. La nube de algodón en la que viajé para conocer el mundo. Su amor fue lo suficientemente grande como para darme a luz. Su amor continúa siendo tan grande como para acompañarme en cada paso que doy. Su amor por mí es inmortal.

Francia es el nombre de mi madre.

Gracias por leerme.

 

*Sitio web administrado desde el 28 de octubre del 2019 por Sofía Córdova compañera de vida de Vivi Cervera